História da Ditadura
Entrevista con la escritora argentina Mariana Enriquez
HD – Nos podría contar un poco sobre su formación y trayectoria como escritora?
Mariana Enriquez: Publiqué mi primer libro en 1995, a los 21 años. Es una novela, se llama Bajar es lo peor. La publicación se dio a partir de una serie de coincidencias fortuitas porque yo, entonces, no tenía ninguna relación con el mundo literario, no conocía a ningún escritor, no tenía ambiciones en ese sentido. No estudié Letras ni fui a talleres de escritura creativa. Ese libro llamó la atención sobre todo por mi edad; conseguí trabajo como periodista gracias a él, también. Volví a publicar una novela casi diez años después, en 2004, se llama Como desaparecer completamente. Y a partir de entonces tuve más regularidad en las publicaciones, más seguridad como escritora al tiempo que mantenía el trabajo como periodista. Publiqué libros de cuentos, relatos de viajes, una biografía de Silvina Ocampo. En los últimos años me dediqué al cuento, sobre todo al cuento de terror u oscuro, que siempre quise hacer, pero no me considero una escritora de género. Tampoco me molesta el rótulo, porque respeto enormemente y admiro a los escritores de género.
HD -Usted vivió su infancia durante la última dictadura argentina. Cuál es el peso de la atmosfera opresiva del estado de excepción en su producción literaria?
Mariana Enriquez: Más importante de lo que quisiera. Funciona como una especie de trauma infantil. Y no sólo la dictadura, creo, que en mi casa se vivió de una manera oblicua –mis padres no eran militantes, pero eran de izquierda– y con una atmósfera cargada de miedo, silencio y paranoia. En casa se hablaba de la violencia y las desapariciones, yo tenía prohibido repetir esas conversaciones fuera. Eran un secreto. Y luego de la dictadura el país pasó por un periodo de apertura y difusión intensa de lo sucedido durante 1976-1983 con publicaciones en diarios y revistas, informes oficiales sobre la represión y tortura, muchísimos textos sobre la violencia a los que yo tenía acceso porque mis padres no creían en ninguna limitación acerca de lo que quería leer. Y esos textos, que leí a los 9 y 10 años aproximadamente, me conmocionaron y me influyeron mucho. Entrevistas con sobrevivientes, con hijos recuperados de militantes desaparecidos, con torturadores, con integrantes de guerrillas; o la crónica del juicio a los generales que incluía los testimonios de las víctimas. Eran textos de extrema y refinada crueldad. Creo que los leía como ficción aunque sabía que eran verdaderos. Fue mi primer y muy real experiencia del terror.
HD -La cara de Buenos Aires mostrada en los contornos de este libro es la de una ciudad violenta y obscura, lo que es una característica común de las grandes ciudades latinoamericanas. La violencia abordada esta también bastante relacionada con la desigualdad social, que también es una característica que marca al continente latinoamericano de modo general. Porque usted elije mostrar la ciudad desde esta perspectiva?
Mariana Enriquez: Porque es la ciudad que conozco. Creo que, salvo para las personas que viven aisladas en la ciudad en bunkers o en microclimas de privilegio, la experiencia de las grandes ciudades en América Latina es de lugares intensos y peligrosos, apasionantes y estresantes, llenos de contrastes y donde la desigualdad que se extiende por el continente se patentiza de una manera inescapable. Buenos Aires es posiblemente de las menos violentas de América Latina (junto con Montevideo y Santiago) pero quizá porque la violencia social es reciente es muy mal tolerada y provoca comportamientos sumamente reaccionarios de las clases medias, algo que también me interesa explorar y que es parte de la vida cotidiana. Mis cuentos son, digamos, de un terror realista: nuestras ciudades son escenarios ideales para hacer surgir los miedos cotidianos que están relacionados con el rascismo, la clase, la indiferencia, la injusticia insalvable, la violencia institucional, el creciente viraje reaccionario de las clases medias. Yo vivo en la ciudad y la conozco: quiero mostrarla desde esta perspectiva porque me parece la más cercana desde la experiencia.
HD -Cómo evalúa usted el impacto de la última dictadura argentina en las prácticas políticas del país? Permanecen rastros de autoritarismo en las relaciones entre las instituciones estatales y la sociedad?
Mariana Enriquez: Claro, especialmente en las policías, no tanto en el ejército donde se ha hecho otro trabajo. Creo de todos modos que esa latência de la dictadura es sutil. La política de derechos humanos de la Argentina es encomiable: es de los pocos países que juzga a los responsables de los crímenes de lesa humanidad, y el trabajo de Abuelas y Madres es muy respetado aunque la relación de Madres con cierto sector de la sociedad es compleja. Pero hay cicatrices y en algunos sectores nostalgia de un “orden” que no fue tal. La discusión sobre los años 70 es persistente y a veces agobiante; para algunos sectores de la sociedad es difícil comprender la diferencia entre guerrilla y terrorismo de Estado y persisten en tratar de igualarlos. En este momento, el gobierno argentino está integrado por representantes de la clase alta y en muchos casos hay funcionarios cuyas familias estuvieron relacionadas con la dictadura. El padre del presidente hizo negocios con los generales. El diputado Massot tiene a un tío acusado de ser cómplice de desapariciones en su empresa, un diario ideológicamente de derecha de la ciudad de Bahía Blanca. Pero también hay diputados hijos de desaparecidos: hace poco Massot y uno de ellos, Horacio Pietragalla, tuvieron un debate espontáneo en el Congreso y fue muy interesante. Pietragalla le dijo que consideraba a la familia Massot responsable del crimen de sus padres pero que no lo culpaba a él, al diputado (que es muy joven). Fue como ver la Historia de los últimos cuarenta años encarnada. A mucha gente le pareció un intercambio demencial, yo creo que fue muy sano. Pero, insisto, los efectos tardíos de la dictadura suelen ser subterráneos, casi como una marca en las psiquis. En la violencia institucional de la policía, sin embargo, vuelven a surgir con asombrosa facilildad. Y no hay que olvidar tampoco que, por ejemplo, durante uno de los juicios por crímenes de lesa humanidad, uno de los testigos, Julio Lopez, desapareció en plena democracia y todavía se desconoce su paradero; se cree que el militar a quien acusaba todavía tiene contactos y ordenó que fuese eliminado. No pudo probarse. Vivimos todavía con estos secretos, estos vínculos subterráneos, estas incertidumbres y el debate sobre los años 70 que se vuelve personal en muchas ocasiones.
HD -Usted cree que los ciclos dictatoriales vividos por diversos países latinoamericanos influencio la manera como el estado trata con los grupos sociales marginalizados?
Mariana Enriquez: Lo que creo sucedió es que las dictaduras también fueron la manera autoritaria de implantar en el continente un modelo neoliberal que claramente no funciona socialmente porque nuestras sociedades, por múltiples razones, necesitan modelos económicos más inclusivos. Las dictaduras fueron exitosas en implementar el sistema y en mantener el estatus quo de sus clases dominantes; la consecuencia es la marginalización de grandes grupos sociales. Creo que esto es una generalización y que cada país vivió un caso diferente pero también creo que es un rasgo común que puede verificarse. En Argentina, el ciclo de la deuda externa que es uno de los principales y más insalvables problemas, se inició en la dictadura 1976-1983.
HD -El libro “Las cosas que perdemos en el fuego” es su única obra publicada en Brasil. Como fue la reacción al libro en Brasil?
Mariana Enriquez: El libro por suerte tuvo buenas críticas y recibí mucho interés de periodistas y algunos escritores.
Como citar esta entrevista:
ENRIQUEZ, Mariana. Entrevista con la escritora argentina Mariana Enriquez. In: História da Ditadura: novas perspectivas. Disponible en: https://historiadaditadura.com.br/sem-categoria/mariana-enriquez/. Publicado en: 20 Fev 2018. Acesso: [informar data].
Crédito de la imagen destacada:
Leonardo García ©
Traducción:
Gabriela Lopez de Haro
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